martes, 25 de marzo de 2014

La profecía de mi padre.



Nací en York, en el año 1632. Mi vocación era el mar. Pero mi padre, un hombre que tuvo fortuna en los negocios, siempre se opuso a ella tenazmente. A los dieciocho años, yo no tenía ninguna profesión y mi sueño era sólo navegar.
Una mañana, mi padre, casi anciano, me llamó a su gabinete y me preguntó por qué tenía yo esa locura, cuando podía desarrollar en mi tierra un buen negocia y una vida agradable. Me dijo que no era necesario que me hiciese a la mar para ganarme el pan, ya que él podía darme una profesión. Y, finalmente, recordó a mi hermano, quién había muerto en Países Bajos, y a quién también le había hablado como a mí, en su caso para convencerlo  de que no cometiera la insensatez de irse a la guerra. Se conmovió mucho y al recordar esto y las lágrimas rodaron por su cara. Si yo también daba el mal paso, dijo, Dios no estaría de mi parte...


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